Entre el 9 de septiembre y el 9 de octubre el Dr. Francisco Orrego, de la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar, realizará una estancia de investigación como «Chercheur-Résident» en la L’École des hautes études hispaniques et ibériques (EHEHI) – Casa de Velázquez en Madrid.
Nombre proyecto investigación: La “Italia Antártica” y el mundo Ibérico. Recepción e impacto científico y literario de los botánicos y viajeros franceses en el Saggio sulla Storia Naturale del Chili del ex jesuita y naturalista chileno Juan Ignacio Molina (1782-1810).
Breve resumen de la propuesta:
La propuesta de investigación histórica y reconstrucción cultural que aquí presento busca explorar algunos problemas sobre el proceso de elaboración de la historia natural de Chile en el mundo Ibérico durante el siglo XVIII. En la actualidad, la ciencia es tomada como un elemento global en el desarrollo de las sociedades vinculándola, por ejemplo, con los procesos sociales, políticos, económicos y/o artísticos. En este escenario, es importante establecer la relación entre los estudios sociales y culturales de la ciencia con lo que actualmente se conoce como historia atlántica. Tal como apunta el historiador Mauricio Nieto Olarte, desde el siglo XVI, el conocimiento del territorio, las potencialidades de la historia natural americana y su relación con factores políticos, económicos, materiales y religiosos, entre otros, permitieron “a la Europa cristiana soñar con el control de total de la Tierra”. Es decir, desde los inicios de la globalización moderna la relación entre imperio y conocimiento ha sido un problema fundamental en el desarrollo de la historia del mundo ibérico.
Por tanto, en términos generales, el desarrollo de la actividad científica entre los siglos XVI y XIX no fue sólo una expresión de la nueva ciencia, sino también un acto de política y expansión atlántica. Tal como lo han demostrado algunas investigaciones actuales, no es sólo la Europa central y del norte dónde se produjeron los principales avances de la ciencia moderna en el siglo XVII. El mundo ibérico aportó a la generación de la ciencia moderna lo que, para algunos autores, pone en entredicho el origen, tiempo y lugar en el que nació la (bien o mal) llamada Revolución Científica.
Juan Ignacio Molina (1740-1829), ex jesuita y naturalista chileno, fue parte de estos agentes globales del conocimiento moderno. Luego de la expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios del Imperio español, Molina vivió la mayor parte de su vida en la docta ciudad de Bolonia entre 1774 y 1829 cuando muere. Sin embargo, el Abate Molina (como se le conoció) antes de ser naturalista, fue un ilustrado. Y el pensamiento ilustrado del siglo XVIII tuvo una intención de estandarización y objetivación de las ciencias y el conocimiento racional. El naturalista chileno fue un agente cultural dentro de todo este complejo entramado político, social y económico que representa el Estado moderno que dio origen a la ciencia moderna.
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